48 HORAS EN CAMPANARIOS DE AZABA

Resumir en esta entrada lo que fueron las 48 horas que pasamos en la Reserva de Campanarios de Azaba no va a ser una tarea fácil.

Aunque en principio pueda parecer poco tiempo, la cantidad de momentos mágicos que vivimos fue grande.

La Reserva Campanarios de Azaba es una extensa finca propiedad de la Fundación Naturaleza y Hombre dedicada a la conservación de la naturaleza. Por tanto allí no se permite la caza y se fomenta la presencia de fauna salvaje.  

Forma parte del proyecto Rewilding Europe y colabora en numerosos proyectos de conservación, forma parte, además, de un extenso entramado de terrenos en forma de custodia del territorio con diferentes fórmulas. Desde hace un año más o menos AEFONA hizo un convenio con la fundación, de forma que SOLO los fotógrafos de AEFONA podemos entrar a fotografiar en los hides de Campanarios. Ello se debe a nuestra aceptación del código ético y a nuestra preocupación por la conservación de la naturaleza.

Los hides que hay en la finca han sido especialmente concebidos y montados para realizar fotografías, lo que brinda excelentes oportunidades a los fotógrafos de naturaleza.

Desde que supimos de este lugar por la página web de AEFONA, y las posibilidades que ofrecía a los miembros de la asociación, tomamos la decisión de visitarlo. En el siguiente enlace tenéis más información http://www.aefona.org/noticias/280613/627

Entremos en materia, fuimos recibidos por Diego en el pueblo de La Alamedilla,  y nos condujo hasta la Reserva. 

Lo primero que uno percibe al llegar es la sensación de fundirse de repente con la naturaleza.



Así nos ocurrió en nuestro primer paseo en la mañana de nuestra llegada, el que dedicamos a explorar las posibilidades fotográficas; después de la bienvenida de Ruth, que nos enseño la casa, nos pareció muy grande y cómoda, con dos salones con chimeneas muy amplios, dignos de ser compartidos para mantener largas conversaciones de naturaleza y fotografía. 

Como en nuestra visita estábamos solos, pudimos ver todas las habitaciones y nos encantaron, especialmente la que tenían reservada para nosotros. Desde el primer momento la sensación fue de estar en una casa familiar por el trato y la atención. 

Nos gustó mucho ver caballos en libertad, que según nos explicó Diego fueron traídos de Doñana. Ademas Ruth nos contó la historia de un nacimiento extraordinario, el de este potro, pues la yegua tiene más de 20 años, estuvo muy enferma antes del parto, pero al final todo salió bien, el potro no se llama Milagros por no ser hembra. 


Tras el almuerzo, cogimos todos nuestros archiperres y nos fuimos a buscar las peonias, todavía en flor, que habíamos visto por la mañana, fueron nuestros sujetos para una sesión macro.



La mañana siguiente nos traería el plato fuerte de nuestra visita, el hide de carroñeras.

Por suerte, el día que llegamos, Diego nos ofreció la posibilidad de ver tranquilamente los tres hide de que dispone la Reserva en el muladar. Nos costó tomar la decisión porque los tres son amplios, disponen de sillas y WC, con espacio para varios fotógrafos, nosotros somos dos y estuvimos muy cómodos, simplemente se diferencian por su posición dentro del muladar. Al final nos decidimos por uno de ellos y no nos arrepentimos. Una cosa que nos llamó mucho la atención de los tres es la altura del cristal espía, que nos pareció muy buena para hacer fotos de aves posadas en el suelo. 

Cada hide tiene cerca una serie de posaderos, con una distribución muy pensada para obtener diferentes tomas.

Decidimos entrar temprano en el hide para aprovechar el tiempo al máximo, ¡y vaya si lo hicimos!

No tuvimos que esperar mucho hasta que los primeros milanos reales se decidieran a bajar.  


Tras esperar un rato a que estuvieran relajados y centrados sólo en la comida, pudimos fotografiarlos a nuestro antojo.



La distribución de la carroña, realizada por Ruth, nos permitió obtener primeros planos ... que siempre gustan.



Los cuervos también se mostraron relajados.





Mientras, sobre nuestras cabezas, veíamos una y otra vez la columna de buitres sobrevolarnos sin decidirse a bajar, y nuestros nervios iban en aumento, pensando ¿... y si no bajan?...

Y de repente, todo se precipitó, la hierba que teníamos delante del hide comenzó a moverse agitada por el viento, el sonido del aleteo resonó en nuestros oídos y, uno a uno, sin descanso, decenas de buitres comenzaron a posarse delante de nuestros ojos, directos a la comida, sin pararse ni a reconocer el terreno. Ya todo era un festín de buitres y dos obturadores que trabajaban sin descanso.



Tras acabar la comida se quedaron con nosotros, ya más tranquilos, con lo que pudimos aislar sujetos para fotografiar.









Nuestra primera impresión sobre las posibilidades fotográficas que ofrecía la posición y altura del hide, para nuestro gusto, se confirmó plenamente.




Además, pillamos algunas conversaciones ...



 ... y algún que otro momento romántico. 


Sobre las dos de la tarde, y con más de 2000 fotografías en nuestras tarjetas, dimos la sesión por concluida.

Con la sensación de haber vivido un momento irrepetible en nuestras vidas, salimos del hide como dos niños ilusionados, sin poder parar de hablar de lo que había ocurrido.

Esa tarde, la dedicamos a fotografiar a los pajarillos que asaltan los posaderos que hay delante de las ventanas de la casa de la reserva.


Al atardecer, como en el día anterior tuvimos la visita de una pareja de perdices,...


y de una zorra, Copito, que nos dejó fotografiarla tranquilamente.



A la mañana siguiente, despedida, y vuelta a casa, con el pensamiento de que se nos quedaban muchas cosas por hacer y con la idea firme de volver.

No queremos terminar sin volver a mencionar una parte muy importante de la Reserva de Campanarios de Azaba, su gente, el equipo que trabaja en ella y que la mantiene, Diego, Ruth y el resto. El tiempo que estuvimos con ellos nos trataron como si nos conociéramos de toda la vida, se preocuparon de que estuviéramos como en casa, y de verdad que lo consiguieron. Por eso y por esforzarse en mantener ese lugar tal y como está les damos las gracias.

En resumen, Campanarios de Azaba, un lugar para disfrutar como amante de la naturaleza y como fotógrafo, un proyecto al que deseamos mucho éxito, y al que volveremos en cuanto podamos.

Maruchi y Vicente



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